miércoles, 23 de marzo de 2011

Capítulo II (bis) : Las mujeres se desmayaban, los espíritus se elevaban.

Tengo el deseo de probar esos labios húmedos.
Humedecidos de saliba a temperatura áurea, como si de un vaso con sus últimos posos de agua se tratase.

Y poder deslizar mi lengua suavemente rozando con sus pequeños y calurosos labios impregnados de rojo carmín.

Una y otra vez insaciablemente recorreria mi chata nariz junto a mis labios carnosos sobre ella recorriendo uno a uno los poros de su cuerpo, culminando en ese singular y bello ombligo.



Un erudito en la materia.

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